viernes, 26 de octubre de 2012

La peor forma de morir es en tus sueños.

Mi papa se adelantó en el viaje con mi madre, me dijo que agarrará mi Chevy y los alcance en alguna parte del sur de América, yo muy obediente dije: Claro que si!
Llegado el momento llené mi tanque de gasolina, deje a Lana con mi vecino al cual advertí que un Labrador come mas que un niño de 4 años y partí hacia el sur de este bello continente.
Comencé a viajar escuchando la música que me encanta sonando a través de mi auxiliar barato, el viento entrando por las ventanas y mis lentes protegiendo mis fotosensibles pupilas.
A lo lejos comencé a observar una torre lo bastante alta como para verse a una ciudad de distancia, lugar por el que tenia que pasar para lograr llegar con mis progenitores, idea que sencillamente no me agradaba ya que padezco de vértigo muy fácilmente.
Subir, subir, subir y subir... Mi automóvil no estaba preparado para este tipo de adversidad... Seguí mi camino por esta inusual torre con carretera en forma de caracol pero el problema era que no si mi mirada atravesaba el panorámico lo suficiente como para ver el horizonte, mi mente se perdería en el temor y me iba a ver forzado a detenerme y esperar a que alguien me rescate de esa prisión en las nubes.
Casi en el punto mas alto, lo hice.
Al ver que mi automóvil avanzaba hacia mi inminente muerte, me resigne y baje las manos hacia lo inevitable, cerré mis ojos y solo escuche el rechinar de las llantas... Enseguida lo primero que sentí era el auto comenzar a caer al vacío dando vueltas...
Pasado unos segundos en caída libre, me di cuenta que estaba totalmente tranquilo, que ningún temor recorría mi mente y que mis ojos seguían cerrados, aun sabiendo que en unos segundos mas mi maquina se estrellaría contra el suelo haciéndose mil pedazos y acabando con mis 20 años de vida.
Ese día morí, sin vuelta atrás y sabiendo y repitiéndome: Sabia que ese miedo a las alturas era por algo.
Morí en paz y tranquilo, pero a veces, el destino va mas allá de la muerte.

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